Urumita tierra promisoria
Hasta el cielo te quiere besar
Porque eres un precioso tesoro
Una perla, una joya especial
Tu folclor, tus razas, tus costumbres
Te adornaron con un festival
De acordeones, calagualas y flores
Calagualas y flores un don natural
Himno de Urumita
Todos los días está en pie a las cinco de la mañana, prepara el café, ese mismo que ha venido preparando los últimos sesenta años a la misma hora. Humeante, el aroma inconfundible penetra cada rincón de la casa, olores y sabores que por momentos la trasladan a su niñez, su juventud y de golpe vuelve a la realidad. Bebe lentamente de su taza, mientras espera paciente que la retirada de las últimas sombras de la noche den paso al nuevo amanecer, momento propicio para saludar, hidratar y consentir a su cultivo de flores y calagualas.
Es Hildeliza Liñán, urumitera de nacimiento con 82 años de existencia, empezó a conocer, apropiar y almacenar los secretos de la floricultura ayudando en el jardín a su señora madre. En momentos en que las grandes potencias del mundo se enfrentaban, sedientas de poder en la segunda guerra mundial, ella se adentraba, de la mano de su mamá, en el mundo de las flores y calagualas. Aprendió el oficio y lo convirtió en su pasión, como lo es para un número, cada vez más decadente, de sus paisanos.
Su natal Urumita, también conocido como Jardín de La Guajira está ubicado a 175 kilómetros de distancia de Riohacha, capital de La Guajira y a 48 kilómetros de Valledupar, capital del departamento del Cesar. El centro poblado compuesto por 21 barrios está construido a los pies de la Cordillera oriental, que en el cesar y La Guajira recibe el nombre de la Serranía del Perijá, la zona rural recorre, con sus 19 veredas, las partes más recónditas y agrestes de la Serranía, atrapando incluso, el legendario Cerro Pintao.
Cerro Pintao
Es absolutamente necesario hacer una descripción de lo que es y representa el Cerro Pintao para el sector agrícola, ambiental y por supuesto para el oficio de la jardinería en todo el cono sur del departamento de La Guajira. Es importante señalar que el Cerro Pintao es el punto más alto de la cordillera oriental a su paso por La Guajira.
El municipio de Urumita tiene el privilegio de tener en su jurisdicción el único páramo de bosque seco existente en Colombia, conocido como el Cerro Pintao ecosistema de alta montaña. La “Unidad Biogeográfica Cerro Pintao” está localizada en la porción más septentrional de la cordillera oriental, Serranía de Perijá, en los municipios de San Juan del Cesar, El Molino, Villanueva, Urumita y la Jagua del Pilar. Es un espacio cubierto por bosques andinos y páramo.
Constituido como el último páramo seco en el Sistema Andino Suramericano, y presencia del bosque de niebla, que permite la regulación del ciclo hidrológica a nivel de las regiones del sur de La Guajira, Norte del departamento del Cesar y Occidente del estado Zulia, de Venezuela.
Es la segunda reserva hidrológica del Caribe, después de la Sierra Nevada de Santa Marta, conformada por las microcuencas de Cañaverales, Capuchinos, El Molino, Villanueva, Los Quemaos, Quiebra Palo, Mocho o Urumita, Marquezote y Pereira, fundamentales para el abastecimiento de acueductos municipales y veredales y base para el desarrollo económico de la región, beneficiando a más de 100.000 habitantes.
La región en la que está ubicado el municipio de Urumita la bañan tres afluentes hídricos que tienen su nacimiento en el Cerro Pintao, son el río Marquezote, El Quiebra Palos y el Río Urumita o también conocido como el río Mocho, esta riqueza hídrica fue la base que sostuvo por muchos años la producción agrícola, renglón económico de vasta solidez y liderazgo en la región.
Mención especial merece el papel jugado por el Cerro Pintao para el folclor vallenato y hacedores de cultura en general. Compositores, cantantes, escritores entre otros, han tenido en el Cerro Pintao la fuente de inspiración para el éxtasis de sus trabajos, logrando obras que permanecen vigentes en el imaginario colectivo, convirtiendo al Cerro Pintao en el símbolo natural y cultural de los pueblos del cono sur de La Guajira.
Historia
En las diferentes consultas realizadas a protagonistas y textos históricos, no existe un registro claro de un momento particular donde haya iniciado la práctica de este oficio en la población de Urumita. Más allá de momentos, la memoria colectiva señala a un legado tradicional que desfiló entre generaciones, como responsable de la apropiación de esta práctica ancestral.
La convivencia permanente y respetuosa de los primeros pobladores de Urumita con la Serranía del Perijá permitió el aprovechamiento de los servicios ecosistemicos que de esta fluían. Además de agua, un excelente clima, oxígeno y fértiles tierras, en el sistema montañoso se encontraban plantas de exuberante belleza, rara vez vistas, que de a poco fueron siendo llevadas a las casas de los campesinos en lo que era el casco urbano.
Los primeros pobladores lograron establecer como un oficio obligado la tenencia en sus casas de un jardín con toda la variedad de plantas ornamentales y helechos que la majestuosa Serranía les podría ofrecer. Así el oficio se convirtió en tradición y trasegó en generaciones hasta ver la luz del nuevo siglo. Cerrando la segunda década del siglo 21 el tradicional oficio no es ajeno a la transculturización, la era digital, modernización de las costumbres y el temido cambio climático.
Según cuenta la tradición oral, Urumita fue por muchos años despensa agrícola de poblaciones como San Juan del Cesar, Fonseca, La Paz, El Molino. La gente acudía a abastecerse de yuca, malanga, ñame, plátanos y los famosos dominicos serranos, es en ese intercambio donde las plantas ornamentales de Urumita empezaron embellecer jardines de otras poblaciones, dando inicio a una fase de comercialización.
Con el paso de los años y gracias a la cercanía de las poblaciones se dio paso a un espacio de intercambio de especies, actividad que se ejercía sin ningún costo para los implicados pero generando una profunda huella de amistad y de tejido social a partir de flores, rosas, helechos y calagualas. A esta dinámica se unieron las poblaciones de Villanueva, La Jagua del Pilar y El Plan en La Guajira y Manaure y San José de Oriente en el departamento del Cesar. Poblaciones ubicadas en las estribaciones de la Serranía del Perijá, que por aquellas calendas conformaban el Magdalena Grande.
El reconocimiento oficial a la actividad de la jardinería se da a partir de 1981, año en que se creó un evento en el que se reuniría el sector musical con todos los concursos que animan la música vallenata y se realizaría una exposición con los mejores jardines del pueblo, con jugosos premios para seguir incentivando el oficio de la jardinería. El evento se bautizó con el nombre de Festival de Flores y Calagualas.
A partir de este momento y durante cerca de cuatro décadas el festival de Flores y Calagualas de Urumita se encargó de visibilizar el trabajo denodado de cultivadoras de jardines de esta población; visitantes y lugareños apreciaron y reconocieron la actividad como simbólica de la localidad. La fama de los jardines de Flores y Calagualas de Urumita recorrió toda La Guajira y El Cesar, no era común que un festival de concursos de música vallenata tuviera un componente ambiental tan lúcido y colorido como el que presentaba Urumita.
El Festival
Urumita recibe la década de los ochentas con una prolija actividad agrícola, ganadera y un importante desarrollo ciudadano; la Serranía del Perijá entregando lo mejor de sus entrañas representada en los servicios ecosistemicos, los suelos preñados de productividad y varios afluentes bañando sus tierras. Los ciudadanos urumiteros tratan de mejorar sus alcances académicos enviando a sus hijos a otras ciudades a recibir formación profesional.
Urumita, antes corregimiento del municipio de Villanueva, población ubicada en el valle de Upar, es también cuna natural de juglares, músicos y compositores de la música vallenata. Muchos de ellos conforman agrupaciones de amplio reconocimiento en el orden nacional, hecho que permite posicionar su nombre dentro de las poblaciones canteras de la música de acordeón.
Músicos urumiteros recorriendo Colombia, canciones que mencionaban la población de manera recurrente, compositores locales en su máxima etapa productiva, intercambio musical permanente con poblaciones vecinas en La Guajira y Valledupar, hicieron de la población un hervidero cultural, creciendo, de manera silenciosa, la necesidad de crear un evento que reuniera a lo más granado de los músicos urumiteros y de las poblaciones de todo el Valle de Upar.
Iniciaba la década de los ochenta, los pueblos del Valle de Upar implementaban los festivales de música vallenata como espacio de integración, reencuentro, reconocimiento a los juglares y artistas locales y el concurso de las diferentes modalidades que de manera tradicional enriquecen el folclor vallenato. Barrancas, Fonseca, San Juan del Cesar y Villanueva, celebraban orgullosos cada año su encuentro festivalero.
Es en ese ambiente de fiesta regional donde el alcalde de la época (1981) Danilo Alberto Castillo Mejía, convoca a las fuerzas vivas del municipio para proponer la creación de un festival que agrupara las fiestas patronales, la exposición musical de sus artistas y la puesta en escena de los jardines y jardineras urumiteras. La propuesta fue acogida unánimemente por los actores locales y desde entonces se estableció que las fiestas iniciarían el 8 de septiembre, día de la Virgen de Chiquinquirá, guía espiritual de los urumiteros y continuaba con el Festival de Flores y Calagualas.
Los miembros de la organización del primer festival de Flores y Calagualas, que se celebró en el año de 1981 recuerdan con nostalgia y alegría la gestión hecha por el alcalde ante empresas de la región para garantizar el presupuesto de las fiestas y los premios a los diferentes concursos folclóricos del certamen local.
También conservan fresco el recuerdo de lo que fue la exhibición de los arreglos florales, espacio que fue inundado por propios y visitantes para conocer de cerca el resultado de años de dedicación y aprendizaje en el oficio de la jardinería. De este primer encuentro resultó ganador en categoría de jardín “La Paz de Mi Hogar” de la señora Hildeliza Liñán, La pepa de Urumita.
La fiesta nocturna o gala del primer festival fue amenizada por el Cacique de La Junta Diomedes Días y su conjunto, en tiempos en que una agrupación, en varias salidas musicales durante la noche hacía el deleite del público. El desaparecido artista urumitero José María Ramos “el viejo” fue el responsable de la exitosa organización de está primer noche de festival en Urumita.
Después de esta primera experiencia, el festival se convirtió en motivo de encuentro obligado para los urumiteros residentes en la comarca y para aquellos que emigraron buscando materializar sueños y ampliar horizontes. El mismo fenómeno se apoderó de las jardineras, cada año traía consigo una nueva ilusión, el deseo de participar, de mostrar orgullosas el resultado de sus esfuerzos y conocimientos. De igual manera para los artistas y amantes de la música vallenata el Festival de Urumita ha sido un espacio imprescindible de encuentro, competencia y fortalecimiento del folclor a lo largo de las cuatro últimas décadas.
Protagonistas de La Tradición
Hildeliza o la Pepa como es conocida en la región es quizás una de las portadoras de la tradición con mayor reconocimiento, toda la vida dedicada al oficio de la jardinería no solo sembrando, cuidando y generando orgullo para su pueblo, sino también entregando el legado a las nuevas generaciones para mantener viva la tradición. Contrajo matrimonio con el también urumitero Juan Molina, cuando su vida se asomaba a los primeros 18 años de vida, de aquel amor provinciano llegan a la vida ocho retoños y un gigantesco jardín que bautizó con el nombre de La Paz de Mi Hogar, espacio donde además de sembrar plantas de jardín conocidas en la región como la cacho de venado, crotos, coralitos, cayenas, corazones, cactos, trinitarias, pinceles, flor del desierto, margaritas, palmeras, ginger, dalias, pompa duros, begonias, cintas, rosas finas, petunias, lirios, suculentas, azucenas, palo de agua, maracas, bastón de reina, heliconias, bartolitas, novios, anturios, pinos, flor de cortejo, pizarras, tú y yo, capachos, cuna de Moisés, caracuchas, valentinas, clavelinas y todas las variedades de las calagualas, también en este espacio cultiva, práctica y entrega las enseñanzas, vivencias y el amor que su madre le inculcó por las plantas y el oficio de la jardinería.
Más que un oficio, la jardinería es reconocida como un arte. Almacenar en la memoria, uno a uno, los saberes, secretos y prácticas para lograr la germinación de una planta que a través de un proceso de cuidado y atención cual niño en crecimiento adquiere su madurez, etapa en la que brotan de ella los frutos esperados: flores, pétalos, tallos, fragancias y estética a los ojos de la humanidad, es el regalo que cada planta ornamental entrega a la vida.
No hay certeza del momento en que se inició en Urumita el amor por el arte de la jardinería, en lo que hay coincidencia es en el método de aprendizaje. Dueñas y dueños de la tradición manifiestan haber aprendido practicando la labor desde temprana edad con la mamá, la abuela o un familiar cercano.
Es lo hace la señora Carmen Rumbo Muegues quien afirma: “desde que tengo uso de razón estoy haciendo jardinería, aprendí con mi mamá y desde entonces no he dejado de hacerlo; para embellecer el jardín es necesario tener el amor para regarlas todos los días, abonarlas y conversar con ellas como conversar con un niño”.
La llegada del Festival de Flores y Calagualas fue la ventana esperada para que jardineras, jardineros junto a sus familias exhibieran a visitantes la variedad y el colorido de las plantas, la exuberancia y tamaño de los jardines y es en este escenario donde el jardín “La Paz de Mi Hogar” gana en más de diez ocasiones el concurso y en otros es declarado fuera de competencia
Realidad Actual
Distintos elementos han venido atentando con la permanencia y transmisión del arte-oficio de la jardinería en el municipio de Urumita. La tradición de sembrar, mantener, exhibir y comercializar jardines en cada hogar y fincas del municipio se ha visto disminuido de manera dramática comparado con el momento en que inició la exposición del producto en el marco del Festival de Flores y Calagualas.
A través del tiempo se han venido presentando fenómenos sociales que de alguna manera incidieron en el debilitamiento paulatino del arte-oficio jardinero. La actividad se nutría, tanto su siembra y comercialización, de manera paralela con la producción agrícola en la serranía del Perijá; con la llegada de la bonanza marimbera, cerrando la década de los setenta, los campesinos abandonaron la siembra tradicional y toda su fuerza laboral y sus tierras se la entregaron al boom de la marihuana.
El economista y escritor urumitero Augusto Ramos Barros recoge en el poema Marquezote la tragedia socio ambiental que sufrió la región con el cultivo de la Cannabis Sativa.
Marquezote
Brota de la cañada un manantial
Cristalino, alegre y caudaloso
Guardado por La Teta y El Pintao
Se siente su crujir majestuoso
Es Marquesote que acaba de nacer
En milenaria montaña sin igual
Conformada por Cedros, Higuerones
Y Mejorana, árbol medicinal
Asusta con su canto el aburrío
El oso de anteojos hace su siesta
Se escucha gritar la gallineta
Llamando a su pareja al amorío
Montaña, fauna, que felicidad
Poder disfrutar de esta armonía
En mi niñez, mi juventud, mi pubertad
De este edén disfruté con alegría
Llegaron nuevos tiempos y nuevas caras
Con fiebre de riqueza y avaricia
Al pueblo llegó la marihuana
Cargada de pasión y de codicia
Se extiende cual mecha detonante
De cordillera a cordillera este cultivo
No hay razón, no hay consejo, no hay amigo
Solo hay lugar para el hacha rozagante
Cafetales, rastrojos y montañas
Van cediendo su lugar a la “marimba”
Se espera la riqueza pa´mañana
Y esa fiebre no hay nada que la extinga
¡Qué pesar por mi pueblo, por el río!
Cachacos y costeños en gran manada
Acabaron las montañas y la fauna
Y silenciaron el cantar del aburrío.
Posterior a la bonanza marimbera y sus consecuencias nefastas para la región, el conflicto político, social y armado hace su aparición, entrada la década de los noventas, tomando a la Serranía del Perijá como escenario de guerra. Todos los fenómenos sufridos por la población civil hasta ahora conocidos fueron soportados por los habitantes de este municipio.
Ante el asedio y enfrentamientos los campesinos debieron abandonaron sus parcelas y con ello la producción agrícola, base del sustento de sus familias. Años más tarde estos fenómenos harían sentir su impacto negativo en el arte de la floricultura que hasta entonces mostraban orgullosos los urumiteros.
Luis Ramos Muegues, líder campesino natural de Urumita recuerda los momentos aciagos: ¡nosotros producíamos ñame, malanga, yuca, aguacate el plátano dominico, de todo oiga y en el pueblo le vendíamos a personal de San Juan, Villanueva y hasta de Valledupar venían a mercar a Urumita, cuando llegó la guerrilla tuvimos que abandonar nuestras parcelas y hasta pasar hambre oiga!
Dentro de los fenómenos actuales que están limitando la práctica jardinera está en primer lugar la disminución en el suministro de agua en el casco urbano, muy a pesar de estar a los pies del Cerro Pintao, gran fábrica de agua regional, la población sufre un permanente racionamiento del líquido, situación que obliga a disminuir la frecuencia del reguío de agua a los jardines, principal alimento de las plantas. Amenaza que llevó a la desaparición de decenas de jardines.
Otra de las causas que amenaza la disminución del ejercicio arte-jardín es el desinterés de las nuevas generaciones para apropiar el oficio, nuevas prácticas y actividades han desviado el interés de los jóvenes por apropiar el legado que tradicionalmente ha transitado a través de la práctica, el ejercicio y el dialogo con las matronas conocedoras del oficio.
Las diferentes administraciones tanto departamentales como locales y otras entidades de orden público que pueden fortalecer la actividad no han mostrado mayor interés por mantener viva la tradición y el oficio que además de ser patrimonio cultural ambiental es también un renglón económico que puede generar ingresos y mejorar el nivel de vida de los ciudadanos ligados a esta actividad.
Finalmente, en esta cadena de amenazas que hoy enfrenta el saber tradicional símbolo de Urumita, tenemos que su principal aliado para la visibilización y el fortalecimiento con que cuentan las jardineras es el Festival de Flores y Calagualas organización que con el transcurrir de los años ha venido perdiendo presencia, fortaleza y desdibujado su misión social, afectando directamente el apoyo y faltando a los acuerdos de su creación con los jardines, propietarias y comunidad.
Los cerebros que hoy guardan celosos los saberes y secretos del oficio tradicional que da brillo a los jardines de Urumita, además de historias y anécdotas; están cumpliendo el ciclo vital, advierten que la transferencia de conocimientos no se está cumpliendo como en décadas anteriores y temen que Urumita pierda su esencia, sus símbolos y con ellos su historia.
Para el gestor y creador cultural Pedro Ramos, la realidad que hoy enfrentan las jardineras y su legado es preocupante en extremo, considera que la institucionalidad debe responder generando apoyo, esto afirma: El fortalecimiento del ejercicio de la floricultura en Urumita requiere grandes esfuerzos por parte de la administración municipal y otras entidades o instituciones. La alcaldía debe implementar desde su plan de desarrollo programas que motiven ese ejercicio en las nuevas generaciones, apuntando a la construcción de saberes de jardinería, por medio de la transmisión de las técnicas ancestrales de generación en generación.
Hoy la Pepa aún conserva gran parte de su histórico jardín La Paz de Mi Hogar en donde sigue entregando sus conocimientos a hijos, nietos, bisnietos y todo aquel que quiera recibir sus secretos de jardinera; agradece a Dios por darle la dicha de ser ejemplo para nuevas generaciones mientras dirige un lánguido y pausado chorrito de agua a cada miembro de su jardín.
En el año 2023 se realizó la convocatoria ambiental/cultural denominada AMBIENTARTE a través de una alianza interinstitucional celebrada entre el Fondo Mixto de Cultura de La Guajira y la Corporación Autónoma Regional de La Guajira, en la que la señora Hildeliza Liñán resultó ganadora del premio Homenaje en Vida, merecido reconocimiento a La Pepa de Urumita.
Texto y fotografías: Carlos Yesid Lizarazo.
Riohacha, La Guajira. 12 de septiembre de 2024.