Marciano Martínez Acosta es sin duda uno de los compositores más emblemáticos de la música vallenata. Su extensa obra ha sido interpretada por los más grandes exponentes del género.
La biografía de Marciano Martínez está dispersa en su copiosa producción musical. Por ella sabemos de sus orígenes humildes, de sus amores contrariados, de las travesuras de su niñez y de los diversos oficios que tuvo que ejercer antes de dedicarse a la música de tiempo completo.
Todo empezó en La Junta, donde el futuro cantautor y acordeonero vio la luz el 30 de octubre de 1957 en el hogar conformado por Joaquín Elías Acosta y Dolores Martínez Carrillo. Su niñez estuvo marcada por afugias existenciales de todo tipo. Marciano recuerda, por ejemplo, las duras circunstancias que dieron origen a uno de sus cantos más famosos: “Mi mamá se levantaba a las cuatro de la mañana a hacer el café. Y yo me le iba detrás. Al lado de la casa vivía Josefa Díaz con Ciro Martínez, un primo mío. Se asomaba por la cerca para que ella le regalara un tizoncito para prender el fogón… eso se me quedó grabado para siempre”.
Ciertamente eran días difíciles, hasta el punto de que a su madre le tocó emplearse en casas de familias pudientes de la comarca o lavar ropa ajena y hacer mochilas de fique para solventar las necesidades de un hogar de once hijos. Lo hizo sola, porque el compañero de vida se ausentó.
Sin asomo de rencor, Marciano recuerda que su padre no estuvo. “Él era peluquero y tenía una casa de material y ganado. Llegó a sembrar arroz en Badillo, pero a mí nunca me dio nada”. El hecho sin embargo no lo hizo resentido, pues “lo quería, era mi papá”, dice. Y atesora en su memoria que cuando tenía diez años su padre le regaló unos zapatos Croydon: “los fui a buscar donde la señora Dilia, que tenía un almacencito aquí en La Junta. Eran fiados”.
En otra ocasión no corrió con la misma suerte. La situación en la casa estaba particularmente apretada y su madre lo mandó a la peluquería de su padre a buscar 2 pesos para hacer el almuerzo, “y nunca me los dio. Yo esperaba mientras él motilaba. Y nunca me dio los dos pesos. Ni un peso”. Muchos años después, ese padre omiso cayó en desgracia y Marciano fue en su busca. “Estaba en Valledupar pasando trabajo y me lo traje a vivir conmigo hasta su muerte”, dice.
En este punto le pregunto a Marciano si dada esa historia familiar no se siente identificado con Omar Geles cuando canta adolorido que su padre se marchó y lo dejó solo y él comenzó “a ganarse unos centavitos” para ayudar a su madre. Su respuesta es categórica: “A mi esa canción no me gusta por eso de los centavitos. A mí no me gustan los diminutivos”, pero a renglón seguido expresa su admiración por Los caminos de la vida, la obra más icónica del recién fallecido compositor, lo cual es perfectamente comprensible, pues este tema está fuertemente emparentado con una de sus obras más célebres.
Esa reciedumbre de carácter fue el signo distintivo de la personalidad de Marciano Martínez desde su más tierna edad. De hecho, en su niñez fue bastante travieso. “Era un pelaíto de esos que se crían como los animalitos silvestres, a cualquiera le daba una pedrada, le estapaba la cabeza. Me iba para el monte y duraba cinco y hasta seis días en los cerros. Me defendía bastante, porque antes había fruta y agua en cualquier arroyo. Hoy en día no, hoy lo que hay es desolación. Y si, fui un muchacho muy travieso”.
Y también enamoradizo. A los 8 años escribió su primera canción, dedicada a una muchachita de su pueblo que nunca se enteró de que Marciano suspiraba por ella. Había un abismo social entre ellos que lo persuadió de esconder aquel sentimiento. Se desahogó con el canto:
Todas las tardes cuando se oculta el sol
salgo a caminar y llego a la placita
para cantarle a una linda muchachita
que se ha adueñado de mi corazón.
Rumbo a la capital
En vista de que la situación en La Junta no mejoraba, Marciano y su hermano mayor decidieron probar suerte en la capital del departamento. Por esos años Riohacha estaba inmersa en la fiebre de la Bonanza marimbera. El dinero contante y sonante fluía a borbotones fomentando una cultura de la ostentación y el consumo. Corría 1967.
Y a pesar de que algunos estudiosos han documentado que esta bonanza fue la más “democrática” de las muchas que vivió La Guajira a lo largo del siglo xx, tampoco es que la plata estuviera tirada por el piso a la espera de que algún necesitado la recogiera. De modo que al compositor en ciernes le tocó trabajar como embolador en la zona de Los cocos o los coquitos en la Avenida primera. Y la verdad es que no le iba mal. Arrojado y sagaz, descubrió otros nichos de mercado: los burdeles de la ciudad -El Cacique, Puerta del sol, entre otros-, donde siempre había clientes dispuestos a pagar bien para que sus zapatos brillaran como los relucientes espejos de esas casas de placer.
Pero pronto se dio cuenta de que la venta de lotería podía ser más rentable y cambió de oficio. No le faltaba razón: los nuevos ricos, y quienes aspiraban a serlo, compraban uno, dos o tres billetes de la lotería con propina incluida sin pensarlo dos veces. “Cuando un hombre se ganaba en La Junta 17 pesos trabajando un día de sol a sol, yo me ganaba dos mil diarios vendiendo ilusiones”, dice.
Al fin y al cabo, en la ciudad se había abierto paso un dicho según el cual “la plata es pa gastarla”. Esa circunstancia afortunada le permitió ayudar a su familia con cierta solvencia, sobre todo después de vender el premio mayor de la Lotería del Atlántico. “Fue en el 71. Se lo ganaron varias personas y con lo que me dieron mi mamá hizo dos habitaciones más en la casa familiar”, recuerda.
El acordeón de Marciano también entró por Riohacha
La mayoría de los loteros gastaba buena parte de las ganancias en cantinas y burdeles. Marciano no participaba de ese proceder de sus congéneres de oficio, pues ya tenía la idea fija de comprarse un acordeón para perfeccionar su arte musical, “porque él no iba a morir siendo lotero”. Y empezó a ahorrar. Cuando tenía 5 mil pesos acudió a dos de sus clientes más pudientes para que le ayudarán con los otros cinco mil. Su pedido encontró oídos receptivos, y entre Jorge Romero y Samuel Alarcón le completaron para comprar el instrumento.
Ni corto ni perezoso se fue para Maicao a comprar el acordeón. Era tal su ansiedad que se llevó “el bojote de lotería” convencido de que en la ciudad fronteriza vendería todos los billetes. Y al principio la cosa pintó bien, pues luego que se bajó del bus vendió medio billete, “pero después no vendí ni un quintito más”. Entonces tuvo que regresarse volando para Riohacha a devolver la lotería. Se fue para la agencia, “que quedaba en la Calle ancha”, pero la encontró cerrada. Y haciendo memoria de su itinerario cotidiano, salió en busca de los clientes más fieles y antes de las 8 de la noche logró vender todo el inventario. El último quintico lo reservó para él.
Al día siguiente estrenó el acordeón que, por supuesto, no estaba hecho con pedazos de cartón, sino que era un flamante y reluciente Hohner. Recibió además otra grata noticia: el quinto de lotería al que le apostó la noche anterior resultó ganador de un premio seco.
A esas alturas ya le había tomado el pulso a la ciudad y pronto entró en contacto con la movida musical de la capital guajira, pues sus trabajos de ocasión no le habían hecho olvidar su pasión por la música. Menos ahora que tenía un acordeón para que le ayudara a decir lo que llevaba por dentro. Y empezó a codearse con los acordeoneros, cantantes y compositores residenciados en Riohacha, entre ellos Toby Murgas, Adaníes Díaz, Ender Alvarado, Darío Díaz, Rogelio Alvarado y Romualdo Brito, “que era el más amigo mío era”. De hecho, se iba para su casa “a hablar de música”. Poco amigo de la bebida, podía pasarse todo el día con la cerveza que le brindaba el autor de Esposa mía.
Y es que Romualdo Brito supo reconocer de inmediato el talento de Marciano para la composición. En varias ocasiones, en efecto, requirió su ayuda para darle forma a alguno de sus cantos. “Ayúdeme aquí, compadre, que estoy estancado”, le decía. Algo similar le ocurrió con Adaníes Díaz. Cuando el joven cantante empezó a deslumbrar al público con su portentosa voz, le puso el ojo (o el oído) a varios temas de Marciano. “Adaníes me decía que me iba a grabar, parrandeaba con las canciones mías y las tocaba en caseta”. Pero a Ismael Ruda, acordeonero de Díaz en la época, no le sonaba la idea: “decía que yo componía como los viejos, porque, según él, yo no hacía cambios de melodía”.
40 años después de aquella crítica de Rudas, Marciano reflexiona y me señala que el insigne acordeonero estaba equivocado, pues “yo tenía canciones con cambios de melodía, pero él no las escuchó. Es más: siempre he hecho canciones con cambios de melodía. Canciones que tienen seis y hasta siete melodías diferentes”, señala. En esas circunstancias, Adaníes solo cumplió la promesa de grabar una canción suya cuando hizo pareja con Héctor Zuleta. “Yo estaba presente cuando Marciano le entregó el casete a Héctor y a Adaníes. Fue en la calle 14, en la residencia de Ender Alvarado”, recuerda el humorista y folclorista Álvaro Martínez Redondo. Ese tema se llama Juana y está incluido en LP titulado Sensacionales de 1980:
Cuando yo conocí a Juana
me acerqué y la enamoré
me dijo que respetara
que fuera a buscar que hacer.
Me dijo llena de rabia
es que no te quiero ver.
Me dijo yo tengo un novio
con el cual soy muy feliz
guárdate tu repertorio
no pierdas tu tiempo en mi
Tú tienes cara de flojo
búscate una igual a ti.
Con esa canción Marciano Martínez inició en firme su carrera como compositor en una época en que la música vallenata había ganado un fuerte impulso gracias al auge de la marihuana y al entusiasmo que despertaba en su protagonista principal. De hecho, cada corone de un embarque se celebraba con una parranda de varios días. Pero además “muchas canciones vallenatas de los setenta estaban inspiradas en marimberos, en su personalidad o en su trayectoria, o incluían saludos con nombres y apellidos a estos personajes en medio de coros y de estrofas”, como escribe la antropóloga de origen guajiro Lina Britto en su libro El boom de la marihuana.[1]
El legado de Marciano
4 décadas después, el balance de la vida artística de Marciano Martínez arroja un indiscutible saldo a favor, porque sin duda es uno de los compositores que más lustre le ha dado a la música vallenata. Y no ha sido por azar. Ese sitial que hoy ocupa es resultado de un compromiso genuino y sostenido con el arte al que ha consagrado su vida “después de vencer un mundo de penas”:
En total le han grabado cerca de 300 canciones. “Creo que solamente las 19 que me grabó Diomedes Díaz son un legado grande porque ahí está La juntera, Usted, El sentir de mi pueblo, Amarte más no pude, ¡Ay, la vida!, Lo mismo de ayer”, dice. Y destaca que Los Hermanos Zuleta, Silvio Brito, Jorge Oñate, Miguel Herrera, Los Betos han grabado composiciones de su autoría. De los nuevos intérpretes menciona a Peter Manjarrez, “que me ha grabado 6”, y a Rafa Pérez, “que me ha grabado tres”.
Ha ganado cinco veces el festival de San Juan del Cesar, cuatro el de Albania y en 1998 el de la Leyenda Vallenata con la obra Con el alma en la mano. En 2014 fue escogido como compositor del año en el Festival Nacional de Compositores de Música Vallenata de San Juan del Cesar. En su faceta de actor, en 2009 tuvo el papel protagónico en la película Los viajes del viento, “una oportunidad que se presentó por obra y gracia de Dios, y la acepté”. Esta producción fue merecedora del Premio Ciudad de Roma “Arco Iris latino”, seleccionada en la sección “Un certain regard” (una cierta mirada) del Festival Internacional de Cine de Cannes. También participó en la serie Diomedes, el Cacique de La Junta (2015), en la que interpretó el papel de Papá Goyo, el abuelo del protagonista, es decir, del Diomedes Díaz de la ficción.
Esa trayectoria está respaldada por los conocedores de esta manifestación cultural. Daniel Samper Pizano, por ejemplo, considera que “Marciano es uno de los compositores de la generación posterior a los clásicos que más éxito han tenido, no solo por su riqueza melódica, sino porque en sus composiciones cuenta historias o habla de amor con términos genuinos y no con falsas palabras, como ocurre con algunos de los compositores comerciales”.[2]
Para el humorista y folclorista Álvaro Martínez Redondo, Marciano es un referente de la música vallenta por su versatilidad como compositor, pues ha creado “canciones costumbristas, canciones románticas y es importante no solo como compositor. Hay que valorar también a Marciano el acordeonero y a Marciano el actor de cine. En cada una de esas facetas ha contribuido a la difusión de la música vallenata a nivel nacional e internacional, y como si faltara más, agrega Martínez, “es uno de los compositores a los que más le grabó Diomedes Díaz”. Y no le falta razón al popular Guacaqueo: A lo largo de su carrera musical, Diomedes Díaz grabó cerca de 600 canciones de 127 compositores. 90 de ellas son de la autoría del propio Diomedes (Mi primera cana, Bonita, Mi muchacho, etc.) En segundo lugar figura Calixto Ochoa, con 31, y en el tercero aparece Marciano Martínez con 19 canciones[3]. Es decir, si se excluye al Cacique de La Junta de ese listado, Marciano Martínez es el segundo compositor al que más le grabó el guajiro más famoso de todos los tiempos.
De ese manojo de canciones, Amarte más no pude es la más escuchada de Diomedes Díaz. Así lo revela una encuesta realizada en 2023, según la cual “este vallenato ha logrado un hito en la plataforma Spotify, alcanzando las 30.231.594 reproducciones, lo que la convierte en la más escuchada hasta ese año”[4].
El ciclo de Marciano con Diomedes Díaz se inició en 1980 con La Juntera, inspirada también en el frustrado amor de su niñez y que fue incluida en una de las producciones más celebradas del Cacique de La Junta, en la cual le canta por primera vez con nombre propio a un público que le sería fiel hasta la tumba. Se trata, por supuesto, del LP titulado Para mí fanaticada, que incluye obras de autores consagrados como Gustavo Gutiérrez Cabello, Armando Zabaleta, Freddy Molina, Calixto Ochoa, Roberto Calderón Cujia, Máximo Movil, el propio Diomedes Díaz y Rosendo Romero. Y pese a que el tema de este último, Mensaje de Navidad, fue el éxito indiscutible en un LP en el que, al decir de los conocedores, “no hay presa mala”, el de Marciano se constituyó en uno de los más solicitados y sonados por una fanaticada que ahora tenía himno propio:
¡Ay! Perdóneme señorita
si en algo llego a ofenderla
Pero es que usted es tan bonita
que no me canso de verla…[5]
“La Juntera es un clásico, Orlando, porque esa canción, junto con Bajo el Palo e mango, es la preferida para versear en parrandas y festivales”, sostiene Álvaro Martínez.
El último tema de Marciano que cantó el artista fallecido fue Ay, la vida:
Ay la vida
Tan bonita que es vivirla
Con amor y compartirla
Como lo manda el Creador
Según el acordeonero Roland Pinedo Daza, Marciano representa “la pureza, la esencia misma de la narrativa musical expresada con las melodías y las palabras precisas que se identifican con nuestra región. Cualquier colombiano puede entender las canciones o la poesía de Marciano, pero nosotros que conocemos el argot y la forma de expresarnos le damos el mejor sentido”.
Marciano Martínez puede entonces levantar el rostro altivo y declarar que se sobrepuso a la adversidad, pues no hay un verano que no acabe en primavera/ el hombre que persevera siempre será vencedor/ hoy con orgullo soy también aquí en mi tierra/ de los que izan la bandera en nombre de nuestro folclor…
PROYECTO APOYADO POR EL MINISTERIO DE LAS CULTURAS, LAS ARTES Y LOS SABERES. PROGRAMA NACIONAL DE CONCERTACIÓN CULTURAL.
Coordinación: Carlos Yesid Lizarazo
Investigación y Textos. Orlando Mejía Serrano
Asesoría: Mario Alfonso Puello Barbosa
[1] Britto, Lina. Marimberos y parranderos. https://universocentro.com.co/2021/09/26/marimberos-y-parranderos/
[2] Marciano Martínez, el cantautor que sabe cantarle al amor. https://laud2.udistrital.edu.co/noticias/marciano-mart%C3%ADnez-el-cantautor-que-sabe-cantarle-al-amor
[3] Radio Nacional. Diomedes Díaz y su legado musical: los 10 compositores más grabados por el Cacique de la Junta. https://www.radionacional.co/musica/artistas-colombianos/diomedes-diaz-los-10-compositores-mas-grabados-por-el-cacique
[4] Infobae. Estas son las canciones más sonadas de Diomedes y los temas de otros artistas que el Cacique convirtió en éxito. https://www.infobae.com/colombia/2023/12/22/estas-son-las-canciones-mas-sonadas-de-diomedes-y-los-temas-de-otros-artistas-que-el-cacique-convirtio-en-exito/
[5] Mejía Serrano, Orlando. Las confesiones de Marciano Martínez. Revista Entornos https://revistaentornos.com/las-confesiones-de-marciano-martinez/