Hugues Peñaranda Rincones nació en Fonseca el 4 de diciembre de 1934 en el hogar de Luis Rafael Rincones Baquero y Juana Peñaranda Pérez. Es primo de uno de los grandes juglares de la música vallenata, pues su abuela Santa María Baquero era villanuevera, “del barrio El Cafetal, tía del viejo Emiliano Zuleta, porque ella y la vieja Sara eran hermanas de padre y madre”. Su abuelo Rafael Rincones se enamoró de Santa María y “una noche de luna se la trajo para Fonseca”, donde se estableció dando lugar a una extensa familia. 

Hugues, pues, traía la música en los genes y a los 8 años sintió su llamado. Ocurrió a instancias del cura del pueblo, que organizaba un concurso de canto para promover el talento local. El sacerdote español Jesualdo María de Bañeres, que estuvo al frente de la parroquia entre 1943 y1950, y cuyo nombre figura en letras de molde en la historia de Fonseca, en efecto, realizaba el evento musical anualmente por el que desfilaban niños y jóvenes de la localidad con aptitudes para el canto. Hugues recuerda que una de sus hermanas “casi siempre se ganaba el concurso porque cantaba muy bien”. Movido por ese hecho, un día se le acercó y le dijo que él quería componer canciones, pero ella no lo tomó en serio. “Eso lo hacen en México, en Argentina, pero aquí…”, dijo, dando el asunto por cancelado. Pero Hugues no le creyó y salió en busca de una segunda opinión. 

Y fue a templar a la casa del maestro Julio Vázquez, que por esos días se había mudado al pueblo. “Yo lo supe, fui allá y le pregunté, “maestro, ¿qué necesita uno para ser compositor?” “Ay, hijo, haber nacido con ese don”, le respondió el célebre compositor. Y Hugues salió de allí convencido de que tenía el don.

Fonseca era por esos años un pequeño caserío en el que todos se conocían. “Era un pueblecito, uno iba de una casa a la otra por una veredita donde nace la grama y el ganado se la come y no la deja crecer. Mi mamá me decía: “anda donde Pacha a comprar este remedio, o anda donde Perfecta a traer el queso…”, ese era el Fonseca bonito, ¡quién pudiera volver a vivir esos tiempos!”. La paz y el sosiego eran el pan de cada día.  “Aquí se moría una persona cada 8, 10 o 15 años y siempre de muerte natural,había menos gente y por lo tanto menos muertos”, recuerda nostálgico el compositor. De fondo estaba el rumor del Ranchería, que en algunas épocas del año “es más dulce y sabe a fiesta”.

El memorioso relato de Hugues me remite a las primeras páginas de Cien años de Soledad, donde GGM describe los inicios del pueblo “de los espejos (o espejismos)” que gracias a la magia de su pluma se volvió universal: “Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y cañabrava construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas, blancas y enormes como huevos prehistóricos”. El parentesco no es casual, pues Cien años de soledad es una síntesis del Caribe colombiano, según ha escrito Raymond Williams. 

Pero ese pueblo bucólico y pastoril quedó atrás: “hoy en día Fonseca es una ciudad. O un pueblo grande con pretensiones de ciudad, como escribió Manuel Esteban Cuello”, explica Hugues, y agrega que los cambios que experimenta el pueblo son constantes. “Yo paso encerrado la mayor parte del tiempo y cuando salgo a la calle me consigo con uno o dos edificios nuevos”, dice. Afortunadamente su presencia no pasa inadvertida entre sus paisanos. “La gente me saluda, ¡adiós maestro!, ¡adiós maestro!”, cuenta complacido.   

El compositor

Cuando Hugues estuvo plenamente convencido de que tenía la habilidad para componer de que le habló el maestro Julio Vásquez comenzó a hacer canciones bajo la influencia de los ritmos que programaban las emisoras de la época, es decir, boleros y valses, hasta dar con el aire que empezaba a despuntar con fuerza en la región: la música vallenata. Esta elección no surgió en el vacío, pues Fonseca, desde finales del siglo xix, ha sido cuna de grandes intérpretes de este género musical, entre ellos Luis Pitre, Santander Martínez, Juan Solano, Chema Gómez, Fermín Redondo, Geño Mendoza, etc. Y por esos días ya era famoso el duelo de versos que habían sostenido Emiliano Zuleta y Lorenzo Morales que dio lugar a la Gota fría, un canto que fue una bocanada de aire fresco en “un país donde los desacuerdos entre los seres humanos había empezado a resolverlos sólo el machete”, pues “nos contaba cómo eran las discordias ingenuas de las gentes de Urumita, que peleaban con música, y que cuando querían herirse no pasaban de decir:

Yo tengo un reca’o grosero

para Lorenzo Miguel:

él me trató de embustero,

y más embustero es él.

Me lleva él o me llevo yo

pa’ que se acabe la vaina[1].

De modo que su encuentro con la música de acordeones no fue fortuito y se produjo gracias a su amistad y compadrazgo con el cantante, acordeonero y compositor Jesús Domitilo Torres Molina, conocido en la antigua provincia de Padilla como chu Torres. Ocurrió que Hugues había escrito un tema y no sabía a qué ritmo correspondía. Entonces lo buscó para aclarar las cosas. “Yo le dije, compadre, hice una canción y creo que es un vallenato”. La respuesta de Torres, tras escuchar su canto, no dejó lugar a dudas: “! claro que eso es vallenato!”, dijo. Esa primera canción lleva por título Petra y permanece inédita.

La camaradería con chu Torres le abrió las puertas para que su canto escalara a la pasta sonora. Y es que en 1971 visitó a Fonseca un conjunto de estirpe sabanera llamado Juventud Majagualera, dirigido por Eliecer Ochoa, un músico oriundo de Valencia de Jesús, Cesar, pero residenciado en Sincelejo, Sucre, que varios años después, en 1982, sería coronado Rey del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar.  “Ellos vinieron a tocar en una caseta del pueblo, y chu subió a la tarima, y como él conocía todos los instrumentos, tocó la batería, y esa gente se entusiasmó y le propuso que se fuera con ellos”, recuerda Hugues. Para Torres no era una decisión fácil, pues él era el acordeonero y cantante del principal conjunto de Fonseca, del que también hacía parte Peñaranda. “Así que me dijo, compadre, ¿cómo hacemos?  Yo me voy y ustedes se quedan. Y yo le dije, váyase, compadre, que usted no sabe lo que puede traer de allá para acá”.

Un año después, Hugues recibió el LP titulado Mucho vallenato de la Juventud Majagualera en el cual estaba incluido un merengue titulado El peregrino. “Lo grabó sin decirme nada porque él se lo sabía”, dice, y aclara que el título original de este tema era Ni te vendo ni te fio. En ese disco de 1972 también se incluyó una canción de Julio Vásquez titulada Serás mi fortuna.

En 1974 José Hilario Gómez y Wilfrido Álvarez le grabaron El don de Valledupar, un tema costumbrista que resalta la valía de algunos de los forjadores de la vecina Valledupar. Posteriormente Jesús Torres le grabó Labios de Seda en el LP titulado Jesús Torres y sus provincianos, trabajo musical en el que debutó como cantante Silvio Brito, pero el tema de Hugues lo canta Jesús Torres. En 1993 el propio Silvio Brito, con el acordeón de Ciro Meza, le graba Leonor en el disco titulado Somos diferentes.

 8 años después uno de los más grandes exponentes de la música provinciana llegó a Fonseca en busca de canciones para su nueva producción musical. Por esos días Hugues estaba aquejado por quebrantos de salud, pero recuerda las circunstancias con pelos y señales: “Jorge Celedón andaba recogiendo canciones por todo el departamento y llegó aquí a Fonseca, donde le entregaron varias, pero no quedó satisfecho”, de modo que antes de partir el intérprete villanuevero pregunto si no había en el pueblo otro compositor y un voluntarioso se ofreció a llevarlo a la casa de Hugues. “Cuando llegó, yo estaba con dolor de cabeza. Me dijo, hombre, maestro, quiero una canción suya, cánteme así sea un corito. Le hice ver que estaba enfermo”. Pero Celedón insistió, “y yo le canté el coro de Que lloren las estrellas”.

Y Jorge Celedón le dijo que no le cantara más, que esa era la canción, “primero, porque usted esté enfermo, y segundo, porque después no hallo cuál escoger”, dijo el cantante, y le entregó un casete al compositor, “cuando se mejore la graba y me la manda”. Y así sucedió.

Unos meses después salió al mercado el cd de Jorge Celedón y Jimmy Zambrano titulado Llévame en tus sueños. Que lloren las estrellas es el corte 4 de esa producción de 2002. Hugues no duda en afirmar que esa grabación “ha sido la gloria mía. Todo el mundo me conoce por esa canción. A pesar de que tengo otras canciones grabadas, la de Jorge Celedón es por la que me identifican”, dice satisfecho. No es para menos: Que lloren las estrellas es otro de los motivos de orgullo de Fonseca, un pueblo que tiene entre los suyos a algunas de las cifras más altas de la música vallenata. Baste decir que de estos predios es Luis Enrique Martínez, El pollo vallenato, quien “le dio forma al vallenato tradicional definiendo los patrones rítmicos y melódicos que se han hecho hegemónicos reinando como el más cimero juglar de todos los festivales vallenatos que hoy alegran a Colombia entera”[2]. O Bienvenido Martínez, el que compuso a Berta Caldera, según el verso feliz de Carlos Huertas, otro grande de la tierra de los higuitos.

Que lloren las estrellas

Nuevamente vuelves a mi ser,

a pedirme un amor sublime,

a contarme que sufres, que lloras,

que era falso lo que tú soñabas.

Y me pones que no hallo qué hacer,

olvidarte sería morirme,

no concibo que sufras, que llores,

tú sabías que yo te esperaba.

Que lloren las estrellas,

que hasta el sol llorará,

y si lloran, que lloren,

yo lo que no quiero

es que tú no llores más.

Aunque yo sé

que alzas el vuelo y te alejas de mí

y yo me quedo sin saber de ti

con la esperanza de volverte a ver.

Nos separan tus miedos,

nos separan tus dudas,

y este amor de locura,

ha sido mi desvelo y no te guste a ti.

90 años con mucho amor y sueños por cumplir

Hugues Peñaranda tiene una memoria prodigiosa ad portas de cumplir 90 años. Para mantenerla en buena forma tiene su propio método. “Yo hago un ejercicio: oro media hora todos los días. Y en esa oración no se queda nieto, hijo ni amigo que yo no nombre. Amigos míos de toda la vida como Paulino Peralta, Manuel Escalante, Abel Ramírez, Bayón. Ahí no se queda nadie por fuera”, y reflexiona que ese es un ejercicio para acordarse todos los días de las mismas cosas, “porque si usted la mente la deja ahí donde está, entonces resulta que se duerme la mente y se le olvida todo”.

Con la alimentación no tiene misterios: “Vea, yo como lo que me traigan. Este señor, por ejemplo, tiene el atrevimiento traerme sopa. Me trae mi olla con sopa, con arroz y carnizas y yo no le arrugo la cara”, dice entre risas mientras señala a su amigo Johnny, quien lo acompaña con la guitarra.

Pero quizás el secreto de su longevidad bien llevada resida en su concepción de la vida, “yo digo que lo primero es enamorarse”, y cuenta que una sicóloga le preguntó un día, “cuénteme cómo es su vida, qué hace usted para mantenerse tan bien. Y él le dijo que estaba enamorado. “¿Enamorado? ¿Cómo así? Sí, doctora, estoy enamorado de mis canciones, de mis hijos, de mis amistades, de mi finquita. De eso estoy enamorado”, y a renglón seguido agregó que “uno tiene que enamorarse. Pero a veces se cree que uno nada más puede enamorarse de una mujer. Y no, enamórese de esas cosas…” Y la sicóloga le propuso que cambiaran de puesto, “porque, así como usted dice, así es”. Hugues omitió decir que también estaba enamorado de una muchacha de 24 años. Al final ese enamoramiento no prosperó (hubo una interferencia algo seria), pero le sirvió de inspiración para escribir un poema.

De modo que Hugues todavía tiene sueños por cumplir dada su desbordante vitalidad. Espera, por ejemplo, que aparezcan los apoyos para grabar sus canciones y publicar un libro de poemas, pues “yo también hago poesías”. En este momento está trabajando además en “una cartillita de fábulas con el propósito de que los niños aprendan el valor que tienen los animales y la naturaleza en general”. Guarda la esperanza de que por lo menos 30 canciones de las más de 300 que ha escrito puedan ser grabadas con todas las condiciones técnicas para que las conozcan las nuevas generaciones. Este propósito debería estar fuera de toda discusión, pues el PES vallenato, formulado por el Ministerio de Cultura, tiene entre sus metas “desarrollar iniciativas tendientes a fomentar la enseñanza y el conocimiento de los legados de la música vallenata tradicional desde perspectivas musicológicas, antropológicas, históricas y sociológicas”, así como la de “fomentar la creación de canales de difusión y comercialización de la música vallenata tradicional con criterios claramente definidos y generar estrategias de visibilización que faciliten la dignificación de actores y gestores de la manifestación cultural”[3].  

Y no cabe duda de que Hugues Peñaranda Rincones es un auténtico exponente de la música vallenata tradicional. Como sostiene el periodista y gestor cultural Náfer Vergara, “el maestro Hugues Peñaranda es un patrimonio, una memoria viva del folclor y de la cultura del municipio de Fonseca. Él encarna y representa la juglaría, la experiencia, la vivencia. Es un artista íntegro que compone canciones, escribe poesía y hace versos. Humanamente es un sinónimo de felicidad, de alegría y del amor, como él mismo dice”, y agrega que en este momento están haciendo un ejercicio participativo con varias ONG culturales para proponer que en la presente vigencia el Fondo Mixto de Cultura de La Guajira lo distinga con el Homenaje en vida. “Es un ejercicio que hemos venido realizando desde hace varios años. El maestro Hugues merece ese reconocimiento por su recorrido, por su experiencia y por su obra”, precisa Vergara.


PROYECTO APOYADO POR EL MINISTERIO DE LAS CULTURAS, LAS ARTES Y LOS SABERES. PROGRAMA NACIONAL DE CONCERTACIÓN CULTURAL.


Coordinación: Carlos Yesid Lizarazo

Investigación y Textos: Orlando Mejía Serrano

Asesoría: Mario Alfonso Puello Barbosa


[1] Ospina, William. Pa que se acabe la vaina. 2013. Editorial Planeta Colombiana.

[2] Julio Oñate Martínez. El pollo vallenato. https://genteculturaypueblo.com/2024/06/el-pollo-vallenato.html

[3] Ministerio de Cultura. PES vallenato. https://patrimonio.mincultura.gov.co/Paginas/PES-El-vallenato