José López Peñalosa nació en una de las barriadas más populares de Villanueva, conocida como El Cafetal, un nombre que obtuvo, según explica el historiador Juan Celedón, “porque fue allí, en la cordillera que está al frente, la cordillera del Perijá, donde se sembró por primera vez el café en Colombia”. Y es por supuesto cuna de algunos de los más renombrados exponentes de la música de acordeones, entre ellos Daniel Celedón, Ildefonso Ramírez, Cacha Acosta Escobar, poncho Zuleta, Emilianito Zuleta, Israel Romero, Norberto Romero, Jean Carlos Centeno, Rosendo Romero, Jorge Celedón, etc. López lo dice con todas las palabras:

Yo nací en un pueblo sano

Colmado de encantos

y mucha diversión

A donde se canta un vallenato

 en el fondo de un patio

en cualquier callejón.

No en vano el festival que celebra la inteligencia musical de este colorido pueblo del sur de La Guajira se conoce justamente como Cuna de acordeones, reafirmando que Villanueva es “una cantera inagotable no solo de paisajes, de suelos espectaculares para la agricultura y la ganadería, sino que es cuna de grandes dinastías, semillero de acordeoneros, de cantantes y poetas, de compositores sin par”[1].

López creció en medio de las dificultades y afugias propias de los hogares pobres. Su escuela fue la calle, pues “apurado tuve un grado de primaria”. Allí bebió de la sabiduría ancestral de una comunidad que ha hecho de la música su más poderoso antídoto contra las tristezas y los sinsabores de la vida, porque “Villanueva es vitrina del folclor/aquí es donde las penas se cantan”.  

Su gusto por los aires vallenatos surgió a la temprana edad de doce años, cuando se propuso componer su primera canción. Lo intentó inicialmente con su compañero de andanzas Luis Alfonso Palacio. El trato consistía en que cada uno aportaría ideas propias para darle forma a aquel canto iniciático. Pero Lucho Palacio cambió de idea y el plan nunca se concretó, de modo que a Cachete le tocó continuar solo en la tarea ardua de construirse una voz propia en el exigente pentagrama local.  

En ese trasegar conoció a Javier Rodríguez-Yesca-, quien le dijo que se mantuviera cerca de él “para que aprendiera a componer”. Fueron años de intenso aprendizaje al lado de uno de los compositores más célebres de Villanueva, autor, entre otros temas, de Ojos de luna, un auténtico clásico de la música provinciana:  

Alguien decía

que yo te odiaba en silencio

pero es mentira

tu sabes bien que te quiero…

Con los años, esa influencia rindió frutos y las canciones empezaron a fluir de forma pródiga. Sus referentes eran dos de los más grandes creadores del género: Gustavo Gutiérrez y Leandro Díaz, aunque siempre se decantó por este último, pues, según sus propias palabras, el autor de La diosa coronada es “el compositor de compositores”. Y su nombre empezó a sonar dentro de la comunidad musical de Villanueva. En fiestas y parrandas, en efecto, varias de sus creaciones pasaban de boca en boca, pero, lastimosamente, no llamaban la atención de los conjuntos más prestigiosos de la época, pese a que varios de ellos eran liderados por músicos de la tierra, como el Binomio de Oro (Israel Romero) y el Doble Poder (Daniel Celedón), por ejemplo, con los cuales coincidió en eventos sociales y folclóricos en El Cafetal.   

Pero no obstante estas circunstancias, López siguió adelante con una propuesta que había adquirido una impronta propia, estaba inscrita en el vallenato tradicional y en ella era posible reconocer una voz muy personal que hablaba de los paisajes más emblemáticos del terruño, de los amores juveniles, de la amistad, de la parranda y, por supuesto, de la belleza de la mujer villanuevera, pues “la forma de componer que yo utilizaba era muy diferente a la de los demás compositores”, dice.

Y fue por esos días precisamente que un grupo de personas conocedoras de su obra musical lo buscaron para que participara en el concurso de canción inédita del recién creado Festival Cuna de acordeones. Sin pensarlo dos veces, López aceptó presentarse en el magno evento con una canción titulada Gloria a mi Pueblo, que expresa una honda nostalgia por los cambios que por entonces experimentaba su pueblo natal. Al momento de subir a la tarima Escolástico Romero, el presentador no tenía claro cuál era su seudónimo, de modo que simplemente dijo: “con ustedes, José López, Cachete”. Y ese bautizo improvisado se quedó para siempre.

  Su presentación fue bien recibida por el público, pero no obtuvo el beneplácito del jurado, el cual solo llegaría en 2019 cuando se alzó con el primer lugar en el prestigioso certamen con una canción dedicada a su hijo.  

A partir de entonces su nombre adquirió más relieve y reconocimiento en la región y varios conjuntos llevaron a la pasta sonora canciones de su autoría, entre ellos Armando Mendoza e Ismael Rudas, que grabaron El pataelana (1995), un tema de corte jocoso que sonó bastante el Caribe colombiano. Pero Cachete seguía a la espera de que sus cantos alcanzaran un favor popular más amplio y extendido. En esas estaba cuando un hecho terriblemente desafortunado lo sacó de Villanueva y lo arrojó por el azaroso camino del exilio y el destierro.

López no duda en calificar aquel suceso como el más trágico y doloroso en la historia de Villanueva. Se refiere, por supuesto, a la masacre ocurrida a la media noche del 7 de diciembre de 1998, cuando un grupo de 150 paramilitares del Bloque Norte de la AUC ingresó por dos puntos diferentes al municipio y asesinó a 10 personas en el barrio El Cafetal. Por esos años, guerrillas y paramilitares se disputaban a sangre y fuego el dominio sobre un territorio en el que la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá se unen de norte a sur con el mar Caribe, por lo que resultó funcional “en el nacimiento de los primeros grupos armados, la llegada de las guerrillas y la posterior entrada del paramilitarismo”[2].  

En los días posteriores a la masacre, el miedo se apoderó de los habitantes de Villanueva. Cachete supo de buena fuente que uno de los grupos al margen de la ley lo tenía entre ceja y ceja. En esas circunstancias no le quedó más remedio que buscar tierra alta. Y la más alta y cercana era Venezuela, donde permaneció por cerca de tres años. En el vecino país trabajó como albañil, aunque ocasionalmente también animaba fiestas familiares. Cuando tuvo noticias de que las aguas parecían volver a su nivel, regresó a Villanueva.

“Vine de allá con una buena platica, pero también con el vicio del juego”, recuerda el compositor. Corría 1999.

Una parranda bendita

El regreso a su tierra natal renovó su ímpetu creativo. Ahí estaba de nuevo la Villanueva de sus amores con sus paisajes de ensueño y sus hermosas mujeres, con su música embriagadora y sus mágicos atardeceres para ser cantada y celebrada por su musa. Y encontró oídos receptivos en varios reconocidos conjuntos de la región que incluyeron en sus producciones temas de su autoría., esto es, Poncho Cotes Jr. (Juventud), Renaldo el papi Díaz (La curiosidad), Fabián Corrales (Con los pies en el suelo), entre otros.  

Y no tardó en volver a las parrandas de siempre con los amigos de siempre. El pueblo respiraba aliviado después del infausto suceso. “Hoy se habla del tema con más tranquilidad, las personas pueden caminar libremente después de las 6 de la tarde y la memoria histórica es protagonista en el nuevo capítulo de Villanueva”[3]. Los acordeones y las gargantas entonces estaban dispuestas de nuevo para festejar la vida.

Y ocurrió que en una de aquellas parrandas épicas estaba presente Goyo Yepes, corista del conjunto de Fabián Corrales y amigo incondicional de Cachete. Ya entrada la noche, y tras interpretar algunos de sus temas más populares, Cachete entonó una melodía que inmediatamente llamó la atención de Yepes:

Si mi canto fuera tu encanto

Yo moriría de la alegría

Le robara al cielo un pedazo

Para hacer un palacio digno de ti

Que, aunque sean solo tus aplausos,

Lo que reciba seré feliz

Yepes le pidió que la repitiera, la grabó con su celular y se la envío a Fabián Corrales, quien, a su vez, se la envío a Silvestre Dangond. El urumitero andaba en busca de canciones para su nuevo álbum. De modo que cuando escuchó a Cachete entonando el pegajoso canto no tuvo duda alguna de que este debía estar incluido en el trabajo que preparaba. “Dígale a Cachete que no le dé esa canción a nadie”, dijo Silvestre. “Y esa vaina fue un furor”, recuerda el compositor. De hecho, Si mi canto fuera tu encanto devino el gran éxito de la producción titulada Esto es vida, publicada en 2018.

Dado el buen suceso musical y comercial en que se constituyó este tema, Silvestre Dangond incluyó en trabajos posteriores dos canciones más de Cachete. En 2020 grabó Tengo un Dios en el cd Las locuras mías. Dangond le hizo una fuerte promoción a este trabajo de López.

En una entrevista concedida al Sistema Cardenal, en efecto, el cantante tuvo palabras especialmente elogiosas para el compositor villanuevero: “Hablar de esta canción es hablar primero que todo de su compositor, porque para nadie es un secreto que compositores como Cachete son compositores reales de los que están en vía de extinción. Cachete es un campesino, bohemio, villanuevero que tuve la oportunidad de grabarle una canción en el álbum pasado que se llamó Si mi canto fuera tu encanto, pero esta vez me sorprende con un mensaje tan real, sin saber que iba a pasar lo de la pandemia esta canción ya estaba dando un anuncio a lo que de verdad íbamos a vivir, o estamos viviendo, que es saber compartir y saber que hay un Dios, que no se pueden perder los estribos”, dijo el artista[4].

Y en 2023 le grabó El cocuyo:

Ay, te están llenando la cabeza de cocuyo

De cocuyo, de cocuyo

Pero yo soy tuyo, siempre tuyo, siempre tuyo.

El que venga hablarte mal de mí

Sin tener un sueldo, corazón,

Es porque está enamorado de ti

O de pronto es que le gusto yo

El que crea que me va a hacer infeliz

Sea hombre, sea mujer, se equivocó…

Un compositor que ha batallado

Tras una espera de más de dos décadas, José López Peñalosa logró que los cantos que concibió en el vibrante entorno cultural de El Cafetal se volvieran moneda corriente tanto en Colombia como en el exterior. “Muchos años antes de que le grabara Silvestre Dangond, Cachete me cantaba sus canciones. La inquietud de él era que no le grababan y eso lo atormentaba porque el éxito de un compositor es que sus canciones se conozcan”, recuerda el historiador Juan Celedón.

 Pero hoy es sin duda una figura icónica en el mundo del vallenato. “Es un orgullo inmenso saber que mi papá ha aportado a este folclor en un pueblo que es cuna de grandes compositores, de cantantes y de acordeoneros”, dice su hijo Juan Daniel López. 

Para el cantante Reinaldo el papi Díaz, “Cachete es un excelente compositor, uno de los que está sacando la cara por Villanueva con sus éxitos a nivel internacional. Sus letras son enriquecedoras para el oído de la gente. Cachete es un compositor de alta alcurnia, como somos todos los villanueveros”. Sobre eso no hay discusión: las canciones de Cachete han tocado los corazones de multitudes y contribuido a preservar y enriquecer la tradición musical de La Guajira y de Colombia en general. El historiador Juan Celedón lo dice con palabras más exactas y poéticas, pues, “así como existe el viento y como existe el sol, así existe José y sus composiciones. Ese virtuosismo que le ha dado la vida espero que lo siga utilizando para hacer canciones extraordinarias”.

Cuando está próximo a cumplir 62 años (14 de noviembre), su vida ciertamente ha experimentado cambios significativos. Ahora, por razones obvias, es más solicitado y silenciosamente lucha por superar dificultades que pueden comprometer su bienestar. “Estoy dejando el trago”, le dijo a Jorge Cura. Su hijo Juan Daniel confía en su palabra y espera que pueda romper con esas ataduras, como, por demás, hizo en el pasado con el juego y el cigarrillo, es decir, de golpe. Y atribuye a su talante humanitario, a su alto sentido de la gratitud que muchas veces el dinero de las regalías que percibe por el éxito de sus canciones permanezca poco tiempo en sus bolsillos. “Es que a él le llegan, “Cachete, necesito tal cosa”, y él sin pensarlo mucho dice, “toma”, porque es que, así como le sirvieron a él, ahora él está sirviendo a los demás. Como dicen por ahí, Dios bendice a uno para favorecer a otros”, explica Juan Daniel.

Y quizás donde mejor se expresa esa concepción de la vida de José López, ese sentido de la solidaridad y de la reciprocidad es en los primeros versos de su famosa canción Tengo un Dios: 

Yo no tengo ni necesito

Y cuando necesito tengo

Yo tengo yo tengo

Y de lo poco que tengo

yo le doy a los demás

Cuando usted no tenga pida

Pero acuérdese de da’


PROYECTO APOYADO POR EL MINISTERIO DE LAS CULTURAS, LAS ARTES Y LOS SABERES. PROGRAMA NACIONAL DE CONCERTACIÓN CULTURAL.


Coordinación: Carlos Yesid Lizarazo

Investigación y Textos. Orlando Mejía Serrano

Asesoría: Mario Alfonso Puello Barbosa


[1] Diario del Norte. Personajes populares de Villanueva. https://diariodelnorte.net/opinion/personajes-populares-de-villanueva/

[2] Centro de memoria histórica (2017). Villanueva mía. Una mirada íntima al conflicto armado contado desde nuestras voces. https://accioneseiniciativas.centrodememoriahistorica.gov.co/

[3] Centro de Memoria Histórica. Ahora somos un pueblo querendón. https://centrodememoriahistorica.gov.co/ahora-somos-un-pueblo-querendon/

[4] Valero Sevilla. ‘Tengo un Dios’, la canción que Silvestre le grabó al villanuevero José López ‘Cachete’.  https://diariodelnorte.net/sociales/entrevista-tengo-un-dios-la-cancion-que-silvestre-le-grabo-al-villanuevero-jose-lopez-cachete/